Elvis y Marilyn en mi boda: bodas al estilo Las Vegas

En un emblemático rascacielos mexicano replican la atmósfera festiva.

Corazones colgando del techo, música ochentera, un altar de boda con flores de plástico, Elvis Presley y Marilyn Monroe. Este es el excéntrico cuadro que alberga este jueves el piso 29 de la emblemática Torre Latinoamericana de Ciudad de México, donde la gente se "casa" estilo Las Vegas por San Valentín.

Los asistentes, parejas de diversas preferencias sexuales, algunas en plena pubertad y otras casadas desde hace casi 20 años y ya frisando la cincuentena, reciben varios atributos. Un velo desprolijo para ellas y un sombrero y una pajarita colorida para ellos son más que suficientes para darse el "Sí, quiero".

Todo comienza comprando en la taquilla las entradas al módico precio de 100 pesos ($5). Veintinueve pisos después -aproximadamente treinta segundos de viaje en elevador- puede comenzar la ceremonia.

Marilyn Monroe y algunas chicas vestidas estilo pin-up aguardan detrás de un atril y animan a los asistentes para que se registren y puedan esperar su turno.

De fondo suena una ensordecedora música de los ochenta, con éxitos como Billy Jean, de Michael Jackson, o Staying Alive, de los Bee Gees, entre otros grandes artistas de la época.

"Marta y Gabriel, pasen por aquí", declara Marilyn. Ha llegado su turno y les hacen pasar hasta el altar pisoteando una abigarrada alfombra de papel maché.

A izquierda y derecha, sillas para los asistentes, que brillan por su ausencia, las personas están desperdigadas por el salón.

Elvis Presley, hoy maestro de ceremonias en esta suerte de casamiento kitsch no oficial, cuenta que en su discurso advierte a los novios que "en una relación siempre hay altas y bajas y que todos esos obstáculos los han traído hasta este momento".

"En esta área tenemos los anillos, que es lo más significativo en una boda porque es la idea de unión entre dos personas", explica señalando unos anillos metálicos de colores, "ajustables a cada dedo".

Elvis tiene también un bate de béisbol que utiliza para amenazar a las parejas que se quieran echar para atrás en el último momento. Por lo visto, en el estilo Las Vegas, no hay lugar para el arrepentimiento.

Después, lleno de orgullo, él declara a los valientes "marido y mujer, esposo y esposo, esposa y esposa", pues asegura que "en este lugar no se discrimina a nadie por religión o sexo".

"Ves de todo, adultos mayores, chicos jóvenes; de todo ves", asegura sobre los asistentes.

Una vez casados, viene el tradicional beso de los novios, que aquí se vive acompañado de aplausos y gritos de todos los presentes en la sala, un estruendo que se repite cada cuatro o cinco minutos.

De entre las muchas parejas que se han casado hoy, Adriana Abarca, de 45 años, y Daniel Solo, de 44, cuentan que están de paso por Ciudad de México. Son de Tijuana y vienen desde San Diego, Estados Unidos, con algunos amigos.

"No sabíamos que estaban haciendo esto; se nos hizo un bonito detalle para el 14 de febrero", dice la mujer, con los labios pintados de rojo y un velo echado hacia atrás. Ambos llevan un collar de flores estilo Hawai.

"Es 14 y reafirma (el amor), porque nosotros tenemos ya 17 años casados", cuenta él y seguidamente ella le corrige indicando que "realmente son 19".

A ambos les gustó el ambiente de Las Vegas recreado en el rascacielos mexicano. Sin ir más lejos, estar ahí es acabar con algo que tenían pendiente y siempre habían soñado: una boda con estas características, algo que en su día pensaron pero que nunca pudieron hacer.

"La verdad, es bien divertido. Es una manera de darle una chispita otra vez a la relación, hacer cosas diferentes a la rutina de siempre", dice Adriana.

Esta noche, su plan es ir a ver música en vivo, tomar un trago en algún bar del libidinoso centro capitalino; en fin, seguir festejando.

Otras dos parejas amigas suyas que también se acaban de casar hace minutos llegan y dicen sentirse contentos por la ceremonia, mucho más divertida que su primera boda.

También ha sido mucho más barata, dice uno de ellos, el cual se identificó como Luis Miguel.

Al terminar esta celebración del amor, algunas parejas bailan, otras se toman "selfies" junto a los ventanales, con la ciudad -altamente contaminada- de fondo.

Otras, las que han pagado el pack completo de 350 pesos (unos $18), suben al mirador de la Torre Latinoamericana a seguir festejando su amor, todavía con el recuerdo de la boda hirviendo en sus memorias y enfundados en ropa estrafalaria.

Contáctanos