Desde que era un niño, los juguetes de Martin Guerrero fueron las ollas, cucharones y condimentos y su lugar favorito para jugar era la cocina de su casa en el estado de Chiapas.
El joven disfrutaba en la preparación de la comida a sus hermanos y en vender tamales en las calles de su ciudad.
Siempre quiso dedicarse al arte culinario y, con esos planes, llegó hace más de 20 años a este país en donde sabía que tendría la oportunidad de cumplirlo.
Sin embargo, no fue un camino fácil. Guerrero comenzó en un restaurante lavando platos, pero siempre supo que no se quedaría en ese mismo puesto por el resto de su vida.
“Yo jamás pensé que iba a ser chef. Yo no fui a una escuela”, cuenta Guerrero, quien aumentó sus conocimientos de cocina observando a otros chefs con los que trabajo. El aprendiz de chef comenzó a crear recetas con lo que fue aprendiendo.
Su exitosa carrera no se queda solo en crear deliciosos platillos para sus comensales. Sino que dedica una parte de su tiempo libre para alimentar a más de 200 desamparados en Anaheim. Es una labor que lleva a cabo cada domingo desde hace cinco años, apoyando a la Fundación Niños de la Calle con Wendy.
Pero Guerrero no se ha olvidado de sus raíces, ya que en su natal Chiapas brinda apoyo a una escuela primaria en su pueblo con donaciones que van desde bancas de escuelas, uniformes, entre otras cosas.
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“Tanto que la vida me ha dado, y me sigue dando, creo que mi corazón está lleno”, dice Guerrero. “Necesito sacarlo, ayudando a las personas”.
