Tecnología para presos de California

LOS ÁNGELES (California) - Los potenciales empresarios visten pantalones azules con la palabra "prisionero" impresa y holgadas camisas azules. Sus puertas se cierran con triple cerradura y su almuerzo es un simple sándwich de mermelada y mantequilla de cacahuate. Para complicar más las cosas, los participantes de esta incubadora de empresas tecnológicas tienen prohibido el acceso a internet.

Sin embargo, el programa creado por exitosos empresarios del sector tecnológico para presos de la decadente prisión estatal de San Quentin, ubicada al norte de San Francisco, se ha expandido y este mes comenzarán las sesiones en una cárcel de Los Ángeles llamada las Torres Gemelas.

Este crecimiento se explica con facilidad: los graduados, ya filtrados del sistema penitenciario, han conseguido trabajos reales en empresas puntocom.

El riguroso entrenamiento de seis meses a internos cuidadosamente seleccionados muestra las particularidades del diseño y lanzamiento de las empresas tecnológicas usando a expertos locales como instructores voluntarios.

"Creemos que la gente que es liberada necesita las herramientas para sobrevivir en el mundo real de alta tecnología", dijo la cofundadora del programa Beverly Parenti, quien junto con su esposo Chris Redlitz, ha puesto en marcha prósperas compañías como AdAuction, la primera compañía de intercambio de medios en línea.

La pareja fue pionera de Silicon Valley en los 90 y aprovechan sus contactos de alto nivel para ayudar al programa de la prisión que echaron a andar después de que Redlitz fue invitado a dar una conferencia en San Quentin en 2011 y quedó maravillado ante el deseo de los internos por aprender.

Durante dos sesiones semanales, los estudiantes, muchos de ellos en custodia desde antes de que aparecieran Google o los teléfonos multiusos, practican en el uso de Twitter, o aportan ideas para la creación de nuevas empresa, además de discutir libros sobre negocios que forman parte de su tarea. No se les permite usar el internet para evitar que hagan contacto con otros criminales y toman notas en procesadores de palabras sin recurrir a plumas o lápices.

El programa aún está en periodo de "arranque", según dicen los organizadores. En dos años se han graduado 12 estudiantes y actualmente hay una decenas en San Quentin y las Torres Gemelas. Pero los cinco que ya han sido liberados están trabajando en el sector tecnológico.

Se les garantiza internados pagados si pueden finalizar el riguroso programa de entrenamiento, que exige cursos propedéuticos, probadas habilidades sociales y un compromiso de por vida a dar un ejemplo positivo.

En una clase reciente, mientras miles de internos se ejercitaban o jugaban ajedrez en el patio de San Quentin, los estudiantes trabajaban en un modelo de negocios y exponían diferentes conceptos tecnológicos.

"¿Qué son los canales de distribución", preguntó Andrew Kaplan, responsable del seminario y gerente de mercadotecnia en LinkedIn. "¿Qué plataformas o redes necesitamos para pensar? Quién quiere involucrarse?"

Tommy Winfrey, de 35 años, quien tiene una condena de 25 años a perpetua por un homicidio y espera recibir la libertad anticipada en 2018, se ajustó los lentes y levantó su brazo tatuado. "Creo que distintivo importante de nuestra marca es dar voz a nuestro cliente", dijo, sugiriendo que comparten ideas en las redes sociales.

En una prueba similar a las que se hacen en Silicon Valley, los estudiantes presentan ideas a inversionistas, una exhibición que convenció a Matthew Cate el antiguo director del Departamento Correccional y de Rehabilitación de California, de que había hecho lo correcto al aprobarlo el programa.

Los internos también aprenden las habilidades esenciales para las empresas tecnológicas, como manejar blogs, respondiendo preguntas en Quora, un cibersitio que permite a usuarios y expertos comunicarse por medio de voluntarios que escriben entradas de texto.

Ya que no hay negocios reales sobre los cuales discutir, miles de lectores preguntan cosas como: "¿Qué se siente matar a alguien?".

"Matar a alguien fue el punto final para mí", dijo David Monroe, de 30 años, quien mató a un chico de 16 cuando tenía 15, en el blog. A largo plazo, el crimen "ha llenado mi corazón de arrepentimiento y lo cubrió de vergüenza".

Escribir públicamente de sus crímenes, dicen los organizadores, ayuda a los internos a superarlos una vez que son liberados.

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