Caravana Migrante

Largas esperas aguardan a caravana si llega a Tijuana

Una mujer llegó momentos después del amanecer a la entrada mexicana del cruce con Estados Unidos más transitado e inmediatamente la rodearon un centenar de migrantes. Abrió un gastado cuaderno de tapas duras sujetas con cinta plateada y empezó a gritar números de una lista escrita a mano.

Cada migrante avanzaba al escuchar su número, la señal de que podía cruzar a San Diego, del lado estadounidense, y pedir asilo en Estados Unidos. La mayoría esperaba ese momento desde hacía más de un mes en Tijuana.

“Estamos nerviosos, pero felices porque... tantos días de espera”, dijo jubilosa Maria Yuliza Soreque, de 22 años, quien esperaba con su madre y su hija de 2 años desde hacía cinco semanas. Soreque dejó la tienda familiar en el estado mexicano de Michoacán para escapar de la violencia y esperaba alojarse con una amistad en Florida, donde le han ofrecido empleo en un restaurante.

Esa espera paciente que se repite día a día en Tijuana permite vislumbrar lo que podría ser la suerte de los miles de migrantes centroamericanos que recorren México en una gran caravana si llegan a la frontera, lo que sucedería no antes de varias semanas.

Si bien no está claro a dónde precisamente se dirigen ni cómo piensan cruzar, seguramente se encontrarán un sistema inmigratorio sobrepasado en sus medios debido a la ola de familias que han llegado a la frontera en los últimos meses.

En los cruces fronterizos en Texas, los solicitantes de asilo acampan en el punto medio de los puentes entre los dos países, esperando durante días que venga un inspector estadounidense a decirles que ha llegado su turno. En Tijuana la espera es de más de un mes, lo que ha dado lugar a un sistema informal de sacar números aparentemente regentado por voluntarios que son a su vez solicitantes de asilo. De esa manera evitan tener que esperar en fila o dormir a la intemperie.

Al arribar a Tijuana, los migrantes dan sus nombres a la persona que tiene el cuaderno y recibe un número. Luego van a los refugios para migrantes u otros lugares en la ciudad, y regresan cada mañana para escuchar los números del día cuando consideran que su turno se acerca.

Los que buscan asilo deben someterse a una entrevista inicial en el lado estadounidense en la que tratan de demostrar que tienen un “miedo creíble” de sufrir violencia en sus países de origen. El 77% de los migrantes superaron la prueba del miedo creíble entre septiembre de 2017 y junio de este año, las cifras más recientes que se poseen.

Después, pueden encerrarlos en cárceles para migrantes hasta que un juez de inmigración decida su suerte, lo que puede tomar uno o dos meses. Otros quedan en libertad en Estados Unidos, muchos con tobilleras electrónicas de vigilancia, mientras aguardan un fallo que puede demorar años, una práctica que el gobierno de Donald Trump desaprueba.

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