El Congreso de EEUU y el presupuesto

WASHINGTON— En el último discurso del presidente Ronald Reagan sobre el Estado de la Nación criticó al Congreso por mandarle un proyecto de ley de 1,053 páginas y más de14 libras. Advirtió a los legisladores que no colmaran su paciencia con otra repetición. "Y si lo hacen, no lo firmaré", insistió Reagan. La advertencia tuvo efecto. En 1988, el Congreso pasó 13 partidas presupuestarias separados en el plazo del primero de octubre. Pasados 26 años, un proyecto de ley aún mayor del que criticó Reagan fue aprobado la semana pasada en el Congreso como si fuera un triunfo. Es una prueba de la deriva negativa del proceso anual presupuestario —el método por el que el Congreso establece las prioridades de gastos del gobierno. El mastodóntico proyecto —en realidad 12 partidas agrupadas en uno— fue "aprobado apresuradamente sin enmiendas o una revisión mínima, dijo el senador republicano Jeff Sessions. "El pueblo estadounidense no puede discernir su contenido o hacernos, a nosotros sus representantes elegidos, responsables". El problema es si hoy, con un Congreso amargamente dividido e incapaz de actuar, puede encarar la tarea tal y como hicieron los legisladores amonestados por Reagan. Es muy improbable. El proyecto de ley de 1,582 páginas de la semana pasada fue negociado en el Capitolio por unos pocos legisladores. Fue presentado a la Cámara de Representantes y el Senado como única alternativa. Hace menos de una década, las 12 partidas presupuestarias fueron sometidas a debate en los plenos de ambas cámaras para la consideración de posibles enmiendas, siendo solucionadas entonces las diferencias por comisiones antes de ser firmadas por el presidente George W. Bush. Empero, el año pasado los proyectos quedaron atascados por una polémica más amplia en torno a los gastos. No fue aprobada ni una sola partida de ley en el Senado antes de que el proyecto fuera consolidado. Los republicanos usaron el filibusterismo en el único plan que intentaron presentar los demócratas, porque el gasto federal era superior a las reducciones en el acuerdo presupuestario del 2011. La Cámara quedó atrapada por el problema opuesto: niveles de gastos demasiado bajos en la mayoría de los programas nacionales que se negaron a respaldar los demócratas. En ese momento se desmoronó la redacción presupuestaria tras la aprobación de solo cuatro partidas. Los pronósticos que formulara el presidente del Comité de Apropiaciones de la Cámara, el republicano Harold Rogers, según el cual el presupuesto respaldado por el Tea Party garantizaba el fracaso se hicieron realidad. Fueron necesarios 16 días de cierre parcial del gobierno y la crisis ante un potencial impago en las obligaciones gubernamentales antes que los líderes republicanos de la Cámara cambiaran de actitud. El resultado fue un acuerdo presupuestario en diciembre que, con dos meses y medio en el nuevo año fiscal, dio a los legisladores fondos suficientes para negociar el proyecto bipartidista que el Congreso envió el jueves al presidente Barack Obama. Con todo, fue mejor que el año anterior. Las partidas para el Pentágono y unos pocos organismos fueron acordadas casi en la mitad del año fiscal y muchas otras entidades gubernamentales retuvieron el nivel de gastos del 2012, reducidos por el secuestro de fondos. Rogers y la senadora demócrata Barbara Mikulski, que encabeza la Comisión de Apropiaciones del Senado, prometieron volver a la práctica en la que los legisladores reciben una cantidad de dinero que debe ser dividida entre las 12 partidas presupuestarias. Los legisladores pasaron mayo, junio y julio aprobando proyectos de ley en las comisiones que debatieron, enmendaron y pasaron entonces al pleno de ambas cámaras. "Esperamos que el próximo año el proceso sea más regular", dijo Rogers la semana pasada. Mencionó el acuerdo presupuestario de diciembre de los demócratas que dio a los negociadores la "suma máxima" para las partidas del 2015. "Redoblaremos nuestros esfuerzos para volver a lo que todos deseamos, un orden regular, el próximo año".

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